Con Cristina presa y proscripta la democracia Argentina es muy débil

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Por Ezequiel Arauz

Confirmada la contundente derrota libertaria en la provincia, se establece un dispositivo político que tiende a operar sobre posibles reemplazos afines y determinados por el círculo rojo, el poder económico local sintetizado en AEA, del cual los grandes medios como Clarín son expresión.

Ese dispositivo, que advierte el desgaste político y la endeble situación económica del gobierno nacional al que paulatinamente fueron quitándole apoyos, necesita construir un puñado de alternativas políticas de cara a la alternancia democrática.

Ese dispositivo le tiende la mano a buena parte de los gobernadores, que no casualmente en la fiesta festejo por los 80 años de gran diario argentino en el Teatro Colón y solo unas horas antes de las elecciones, fueron de conjunto a poner en escena la nueva situación, vestidos con estrictas corbatas azules y rojas sobre camisas blancas, aunque la indumentaria no sea tema en estos casos.

Es evidente la contraposición: el gobierno nacional hoy no logra juntar esa cantidad de mandatarios, ni por asomo. Como punta de lanza de un poderoso núcleo de poder, el grupo Clarín actúa en directo sobre representaciones políticas, pero también lo hace sobre las sociales y corporativas, incluidas aquellas más históricamente asociadas al peronismo. 

Ese movimiento de poder busca y parte de alimentar un aislamiento político de Cristina Fernández de Kirchner porque la expresidenta expresa y agita cuestiones que no convienen, que no sirven para lo que esos grupos económicos necesitan construir a futuro. Porque sigue siendo siendo un elemento discordante en ese armado.   

Como dirigenta y como símbolo a Cristina no pudieron domesticarla y convertirla en mascota. Si así no fuera, Cristina no estaría presa. Con ella encerrada y proscripta la democracia es muy débil, se vacía de contenido y de pueblo y se convierte en un juego de caras y de caretas donde cambian nombres para que nada cambie.

El encierro y la proscripción de Cristina no es contra ella sola sino contra lo que expresa. Por repetida la argumentación, no deja de ser cierta. No hay otra explicación política posible. Se puede interpretar de miles de maneras el juego de borrarla, aislarla y correrla de escena, menos que eso sea terreno fértil para construir, tomando ventajas o supuestas oportunidades, para un nuevo gobierno popular.

Estamos celebrando con alegría la victoria en la provincia. Configura, indudablemente, un freno a la avanzada ultraconservadora, antipopular y antiperonista de Milei. Cuando ganamos tenemos derecho al festejo. Desde Quilmes y de la mano de nuestra intendenta Mayra Mendoza nos sentimos partícipes y protagonistas de esa victoria. Lo somos.

Pero no hay que engañarse, nuestro pueblo seguirá pasándola muy mal y la figura política más importante del país y presidenta del PJ continúa presa. 

Con una rápida y correcta lectura de las elecciones, los grupos del poder económico local pasan de pantalla y empiezan a acomodar cosas dentro de las fronteras de nuestro espacio, señalando con claridad – es dable pensar que a su conveniencia – «ganadores» en detrimento de «perdedores». Alientan la vieja idea de una Cristina muerta, en la cual avanzaron varias veces. Así la quieren desde hace años. Reparten palas a quien quiera asumir ese rol.

Sin temor a ningún debate, pero alertas, muy alertas para que no sea el enemigo el que pone la mesa y fija las condiciones de nuestras diferencias. El desafío es asumir la campaña y consolidar la victoria en octubre, para ganar fuerza en el congreso nacional que aunque no el único, es en la práctica el ámbito más a mano para hacerlo.

Construir alternativa de país y de futuro, es tarea de todos y cada uno de los compañeras y compañeros, cada uno asumiendo y cumpliendo de la mejor manera el rol temporal que le toque.   

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