El dólar, en medio de la euforia por las subas en bonos y acciones, vuelve a subir y parece nada alcanzar para pararlo, ni siquiera la intervención de su país de origen.
Que vengan los dólares, aquí, en el triángulo del fin del mundo, quienes producen pagan la fiesta de la especulación y pareciera no existir barrera alguna que pueda contener la voracidad de una ínfima parte de la sociedad argentina por la moneda estadounidense.
Además de la bicicleta creada por el equipo económico que ocupó una buena porción del tiempo que transitó el gobierno hasta aquí y que hoy ha dejado en un profundo estado de vulnerabilidad cambiaria al gobierno, a tal punto de recurrir a dos rescates internacionales, uno llevado adelante nuevamente por el FMI y otro, con una cuota de intromisión política a cambio, por parte del Tesoro de los Estados Unidos, sumemos la cultura bimonetaria que instaló a fuego y muerte la última dictadura cívico militar.
Hoy, con el tesoro de los EE UU metiendo mano en nuestro sistema nacional financiero, la demanda de dólares continúa, por ende, la capitalización, la forma de ahorrar o afrontar un nuevo proceso inflacionario, es el dólar. Extender el sistema de bandas al alza da vueltas por el mercado, su síntoma más claro es esta sostenida corrida de hace días.