Por Andrés Swida.
Llegué a Bangkok un 31 de diciembre de 2016 a las 17 hs, con certificado de vacuna de la fiebre amarilla por ser Argentino y entonces empezó una serie de eventos “Trombóticos” que me enamoraría de esa ciudad.
“La ciudad de los ángeles”, con carteles en un alfabeto ilegible para mi, gente que escupe inglés en monosílabos, taxistas queriendote cagar todo el tiempo, “taxímetro si, taxímetro no”.
Taxi – TukTuk.
Jetlag de 10 hs.
Perdidos en la ciudad buscando el hostel; el tráfico completamente trabado; más peleas con el taxista.
Taxi y TukTuk.
Ya en el hostel, zapatillas afuera, baño compartido, más argentinos. Dormimos una hora. No bastaba: el Año Nuevo avanzaba entre luces y caos; desorientación y jetlag.
Cerveza y Fritura.
Caminar por la calle ocupada por ferias; olor a aceite frito en el ambiente; carritos de sopa; platos lavados en la zanja, cerveza, carritos decorados, insectos fritos para degustar (cucarachas, gusanos y escorpiones entre otros)
Cerveza y Fritura.
Callejones angostos como películas de terror asiáticas, rollos de cables colgando en los edificios, tendido eléctrico muy curioso, montañas de botellas por el piso, y más cerveza en mis manos,
Cablerío y Ladyboy.
Gente ebria caminando como zombies y la Khao San. – Ay que bella la Khao San, la calle donde no existe el bien ni el mal, todo puede “malir sal” -. Y más cerveza; se acerca año nuevo, la gente se junta; mezcla de culturas, masajes por aquí, masajes por allá, masajes a los pies con pececitos y otros hasta se ofrecían con final feliz.
Calle, luces de colores, multitud, música, fiesta, cerveza y “Feliz Año Nuevo”, explotaron los fuegos artificiales; más cervezas, – la Singha o la Chang, ¿cuál es tu preferida? -.
Y un par de Kebabs hechos por un indio en Bangkok que solo respondía con un – Yes, Boss -.
Viajeros, turistas, asiáticos, europeos, suciedad, aceite, calor; y más aceite; y más calor.
Y siguieron los festejos los saludos, abrazos con desconocidos y más cervezas; bailes bordeando el libertinaje, y Tabú.
Baile, saltos, besos, disfraces, cubetas con vodka y rodajas de pepinos, nunca un vaso con agua, poca comida, jetlag.
Cablerío y Ladyboy
– ¡Qué día me espera mañana! – pensé mientras pagaba por otra cerveza.
Y la combinación mortal, mujeres franeleo, hombres llenos de testosterona a los golpes, gays y lesbianas a la pesca. La hora decisiva de la noche, decadencia, botellas por todos lados, mugre, cablerío, ebrios tirados en las calles y Ladyboys (un consejo, no los mires a los ojos si no buscas nada). Manotazos, toqueteos, agarres y corridas, Tuk Tuk, oferta de paseos por la noche, precios desorbitados, comida aceitosa, puestos de especias y suvenires,
– ¡A dormir! – dije mientras buscaba a mi amigo entre el montón.
Cerveza y Fritura.
A la mañana siguiente el olor a pescado frito se pegaba a la ropa, mezclado con el jazmín de las ofrendas a Buda y el azufre de los petardos. Calor, y humedad, el aceite está en el ambiente, lo sentía hasta en los ojos. El aire era sopa espesa: 90% humedad, 10% aceite de wok. Hasta las monedas en el bolsillo sudaban. Más taxis y Tuk Tuks, más ofertas, más estafas “taxímetro si, taxímetro no”.
Sastres Hindúes, templos y budas gigantes; el palacio real con sus elefantes blancos; ríos grises, lanchas, casas flotantes, y más templos; monjes y budas (ah! y si sos mujer mejor No Tocar). Mercados callejeros, frutas exóticas a mis ojos, arquitectura Gaudí, trenes demorados, estaciones descuidadas. A las 6 PM, el himno paralizó la estación. Hasta los perros callejeros se quedaron quietos. Por un segundo, Bangkok dejó de latir. No vuela ni una mosca, todo el mundo se levanta y se queda inmóvil hasta que suena la última nota. – Che mejor parémonos. No será nuestro himno pero tenemos que respetar – le dije a mi amigo mientras observaba toda esta situación. Al apagarse el megáfono que colgaba del poste más alto de la estación la vida continuó como si ese lapso de tiempo no hubiese existido.
Cablerío, mercado de ropa, peleas con los taxistas, taxímetro si, taxímetro no. Mercado flotante, monos, calor y noches de descontrol.
Cerveza y Fritura.
Comida en carritos y tragos en bares del Roof Top, tailandesas amigables, colores de día, colores de la noche. Contraste violento: paletas pastel de templos vs. ocre de cloacas. Lujo y pobreza frotándose en la misma vereda. La ciudad está viva y con resaca, pero respira todo el tiempo. Callejones oscuros y cloacales.
Cablerío – Ladyboy.
Y la comida pintoresca, arroz con mariscos, arroz con vegetales, arroz con carne de buey, arroz con pollo. Básicamente cualquier cosa con arroz,
Cerveza y Fritura. Y fideos, el Pad Thai un manjar. Y ni hablemos del supermercado, el 7eleven es el templo para el turista que no puede con las comidas callejeras, una lotería de productos, nunca sabés lo que te va a tocar, excepto por unas pocas marcas conocidas. Aunque el mejor hallazgo fue el “jarabe para el abuelo” de red bull, muy efectivo contra la resaca.
Y ya les hablé mal sobre los taxistas. Entre todos los estafadores, hubo uno que usó el taxímetro sin que se lo pidiera. Un milagro tailandés: nos cobró 60 bahts y hasta nos recomendó un templo escondido
Taxi y Tuktuk.
Bangkok es un acertijo envuelto en humo de wok: asquerosa y hermosa, violenta y tierna, sagrada y obscena. Una ciudad que te escupe y te abraza en el mismo minuto. Por eso la amo: porque es el único lugar donde el caos tiene sentido y por eso es un Tabú.