Por Ezequiel Arauz

Quilmes estaba absolutamente detonado en 2019 cuando el siempre sonriente Martiniano perdió la elección con Mayra Mendoza. Molina fue para Quilmes lo que Macri al país. Son datos que a veces pasan de largo. Obras como las que se llevan adelante hoy en el oeste pobre e injusto del distrito es lo que queda.

Compañeras y compañeros que viven y desarrollan trabajos sociales de construcción y cuidados comunitarios en barrios como “9 de agosto” o “KM13” a quienes conocemos, están contentos de tener asfaltos, veredas nuevas de material y luces LED a la noche. Algunas imágenes que ilustran esta nota las tomaron ellos. Valoran que el estado llegue hasta ahí. Lo digan así o no.

Y no nos engañamos ni un minuto. Falta una enormidad para hablar de calidad de vida. La mitad de los habitantes de Quilmes son pobres. Es el resultado de años de destrucción del aparato productivo para fugar divisas. Para timbear. Pasó en la dictadura, paso con Menem y  volvió a pasar con Macri. El retraso de acceso a los servicios y de infraestructura son evidentes.  

Se trata de una cuestión que sentimos, que no nos sacamos de la cabeza, contra la cual peleamos porque no nos resignamos a que ese sea el destino irremediable. Quienes aseguramos militar por la justicia social no podemos naturalizarlo. Tenemos que ser capaces como generación política de lograr cambios realmente de fondo en ese aspecto.

Pero lo cierto es que otras gestiones – y la del macrismo particularmente – jamás habían «entrado» a esos barrios populares de la larga franja del Camino General Belgrano, que fueron multiplicándose en los últimos años al calor de las crisis económicas recientes y el dificultoso, casi imposible, acceso al hábitat. Esa ausencia es una decisión.

La avenida Santa Fé (continuidad  de Rodolfo López cruzando Camino Gral Belgrano) y sus más de 20 cuadras hasta Donato Álvarez el límite de nuestro distrito con Lomas de Zamora, hoy está asfaltada con veredas nuevas, pluviales y luces LED.

Las luces Led’s iluminan el barrio 9 de agosto.

Era un obstáculo en varios sentidos. Una frontera. La zona era una suerte de isla. Esa avenida une hoy ambos lados del distrito. Una herramienta importante en términos de movilidad (particular y pública) y también de seguridad para esos barrios que no solían entrar en las planificaciones de obra anteriormente. Molina lo había prometido, pero fue Mayra la que lo concretó.

Similar caso con el ingreso y egreso por 816 a La Matera, mítica toma de tierras en la que hoy viven numerosas familias y también quedaba aislada del resto de la trama urbana. La obra se despliega en las zonas más empobrecidas del distrito. No es suficiente seguramente, pero las mejoras empiezan a verse si la mirada no se nubla con otras cuestiones.     

Quienes diseñan campañas electorales, muchas veces desde la intuición, piensan en hablarle únicamente los sectores medios. «Enamorarlos» sintetizan. Es que, muchas veces es cierto, son los que definen elecciones, y pasa también en Quilmes. Desde la lógica más especulativa de la política, quizá eso está bien.

Con criterios por el estilo, Molina se pasó cuatro años anunciando y volviendo a anunciar, y finalmente inaugurando varias veces la obra del Metrobus en Calchaquí. Aunque la funcionalidad es mejorable, la obra no es mala y seguramente sirvió para vecinos de esa zona. Como sea, Molina igualmente perdió en esa tira de la avenida Calchaquí en 2019.

Habíamos pasado todo su gobierno con funcionarios sin territorio, que debatían si Quilmes terminaba en Calchaquí, en Avenida La Plata o en las vías. Mientras, todo el oeste desde Bernal a Monteverde, La Paz, Solano, Ezpeleta a los bordes del acceso, La Ribera, Villa Luján y Monte – Matadero, solo por nombrar algunos barrios, no entraban en la agenda metrobucista del macrismo local.      

Y no se trata de elegir un lugar por otro. No es ahí que apuntamos. Pensamos sí que la política como gestión de lo público, y más desde una mirada popular, debe recuperar la posibilidad de planificar y planificar con sentido estratégico: en Quilmes el desarrollo integral de los barrios populares no será únicamente un beneficio para quienes, muchas veces como pueden y con lo que pueden, habitan esos barrios.

Cuanto más se avance en la urbanización – cuestión que la propia intendenta Mayra Mendoza ubicó varias veces como una necesaria política de estado, que no quede a merced del vaivén de las etapas políticas – más se avanza en calidad de vida para la totalidad del distrito.   

En 2019, en campaña electoral, nos tocó recorrer algunos de esos barrios acompañando a Mayra que, por entonces era candidata a intendenta. Habló de no pensar a Quilmes como una ciudad dormitorio, que eso no era ni deseable ni suficiente y remarcó la necesidad de desarrollar la ciudad de forma equitativa. Para todxs y con todxs. Las obras en esa zona, de entre más de 200 lanzadas en la actualidad en Quilmes, hablan de una tendencia comprobable a cumplir esas promesas.

A la crisis económica que dejó la timba macrista, el imperceptible gobierno provincial de Vidal y el desastre por ausencia de Molina le siguió una pandemia que todavía no termina. Aun así empieza a despuntar una decisión política de la intendenta y del equipo del área que encabeza Cecilia Soler de volcar una buena porción de la obra pública sobre los barrios populares en general. Mientras esperamos su pronta recuperación, nosotros saludamos y acompañamos esa decisión.

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