Por Ezequiel Arauz
Como un ejercicio recurrente desde 2003 hasta nuestros días, hay quienes se empeñan en la construcción de una opción electoral de centro, distante – aunque nunca a igual distancia- de las figuras de Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri, quienes surgieron y capitalizaron los destrozos que dejó el sistema político post crisis de 2001. Esa experiencia que alguna vez encarnaron con distinta suerte Sergio Massa, Francisco De Narváez, Felipe Solá o Florencia Randazzo entre otros y hoy transitan, mucho más inmersos en el propio macrismo desordenado Emilio Monzó, Joaquín De la Torre y Miguel Pichetto; Diego Kravetz. Una operación de “cancheros” de la política, una política plena de rosca pero sin gente.
Movidos sobre todo por las urgencias de obtener y/o reponer lugares legislativos, la idea es simple en la mesa de arena: retacear alguna porción del peronismo alejado del kirchnerismo y otra porción desde el radicalismo, correr en y sobre esas estructuras aun parciales, para implantar una opción “racional” alejada de los polos enfrentados que determinan la política desde 2003 hasta acá. Una política que, en teoría, no representa intereses, que elimina el conflicto. Por lo tanto, una política posible solo como giro discursivo.
La operación parte de la acepción de dos cuestiones simultáneas. La primera es que el macrismo y Macri por un lado y el kirchnerismo y Cristina son, a la postre, cuestiones casi iguales y que ambos en conjunto y en su disputa persistente, son la traba para que la Argentina se desarrolle. La grieta enfrenta a contracaras idénticas y furiosas y lo distinto son ellos, los cancheros del medio, despreocupados por los debates de fondo. Sin furias. Intuitivamente representante de sectores medios.
Según esta mirada, superficial en su falta de compromiso real, sería más o menos lo mismo endeudar en cantidades de dólares record al país que pagar en un proceso de desendeudamiento. Apelar al crecimiento con inclusión que apostarlo todo a la timba financiera; la AUH que las tasas de intereses al 100% y las lebacs; buscar lazos con la región vía mercosur que echarle llave a cualquier confluencia con los países vecinos, por nombrar solo un puñado rápido de aspectos.
Como no existen grandes diferencias, la historia reciente se cancela y la solución superadora se traduce en la rosca sin conflicto. Los cancheros del medio hacen pie en el dialogo, no como un medio sino como un fin. El dialogo como objetivo más que como herramienta. No definirse (aun perteneciendo a uno de los dos polos) por una o por otra opción entre el kirchnerismo y el macrismo. Alejarse y tomar canchera distancia del barullo engrietado señalado como único problema.
Esa batalla se librará una vez más en la provincia de Buenos Aires, donde el kirchnerismo y el FdT mantiene una gran base electoral. Los cancheros del medio juegan en las fronteras del macrismo, algunos del lado de adentro otros del lado de afuera pero no muy lejos. Para el macrismo de conjunto, la provincia es un problema, porque viene de sufrir una derrota muy importante aquí.
Por ese mismo motivo, la figura de María Eugenia Vidal es cuestionada y es la propia exgobernadora la que no parece muy convencida de seguir haciendo política en este territorio. En síntesis, Juntos por el Cambio trabaja para ordenarse pero el mientras tanto se complejiza y son varios los que por fuera del tronco mas oficial, empiezan a tratar de juntar soldados .
En esa operación entre tercerista e internista andan Emilio Monzó, Diego Kravetz, Jaoquín de la Torre y Miguel Pichetto; a los que se suman Martín Lousteau (uno de los máximos exponente de los cancheros aconflictivos) y (otro rosquero sin fronteras) “Coti” Nosiglia. Todos ellos, a excepción del histórico operador radical, han participado de ambos procesos político y de ambos gobiernos, aunque sus roles fueron mayoritariamente más importantes en el gobierno de Mauricio Macri y María Eugenia Vidal: embajada de EEUU, presidencia de la cámara de diputados, candidato a vicepresente, ministro de gobierno, etc.
A la hora de los enfoques, De la Torre, hombre cercano a Vidal, apunta al origen y asegura que los problemas de la provincia se deben casi exclusivamente a que, desde hace años, la gobiernan porteños. No importa con qué políticas. Curiosamente y no tanto, el acto de lanzamiento en San Miguel fue una suerte de acto homenaje a Carlos Menem y contó con Miguel Pichetto como figura nacional, pero no junto un solo dirigente bonaerense con peso actual. Reclamando para sí los valores del peronismo autentico (contra la desviación kirchnerista) lanzaron el sello “Peronismo Republicano” ofreciéndole esa identidad a los grupos económicos que, probablemente, no se den por aludidos. Bajando a la tierra, piden internas sin mucho convencimiento y barajan la posibilidad de negociar lugares dentro de las listas provinciales de Juntos por el Cambio.
Kravetz, sinuoso en su trayectoria, es jefe de gabinete del exSOCMA, Néstor Grindetti en Lanús y tal vez es el más sincero de los cancheros del medio, no se arropa de sofisticación: insiste a quien lo escuche con la necesidad imperiosa de “tener peronistas” para arrimar en la tercera electoral, no importa mucho quienes ni de que trayectoria: que se los pueda identificar de alguna manera con el peronismo y listo. “Hacemos” se llama ese engrendro de peronismo reducido a una identidad pero vehículo de cualquier tipo de políticas, incluso las neoliberales más clásicas. Y sin embargo, hasta acá lo que más pudo ir juntando fueron algunos radicales de la mano del siempre sobrevalorado Martín Lousteau y Coti Nosiglia, con su plataforma “Evolución” (se llama así).
Monzó en tanto, el mas enrevesado en sus discursos y el que más responsabilidad tuvo en el gobierno de Macri como presidente de la cámara de diputados, centra las críticas del armado político de expresidente mucho más que de sus políticas económicas a las que casi no menciona. Reclama por “disensos” no aceptados. Coquetea públicamente con una idea que nadie termina de aceptarle: la de ser candidato a gobernador. Usa una palabra como leit motiv de su campaña: Dialogo. Monzó se sabe, reivindica la rosca política. Y hasta el momento es casi lo único que le queda.
Hay en general y más allá de las viejas y conocidas estrategias simples por lugares legislativos en estas posturas intermedias un anhelo por el sistema político previo a la crisis de 2001. El acuerdo partidario entre la UCR (de Alfonsín al inicio y la alianza después); y el PJ de Cafiero primero y luego de Menem). Ese contrato más o menos explícito que se hizo patente en el “acuerdo de Olivos” y estalló por los aires con el fin del gobierno de Fernando De la Rua y las jornadas de aquel diciembre.
Las fuerzas políticas emergentes de esa crisis, el kirchnerismo en primer término con la llegada al gobierno nacional de Néstor Kirchner y la victoria de Cristina en 2005 en la provincia de Buenos Aires y luego el macrismo, desde la Ciudad de Buenos Aires, más allá de alguna estocada en lo legislativo, no parecen dejar lugar a un tercero competitivo y con proyección nacional, más bien tienden a licuarlo.
Hay otras figuras que en cada elección de medio término retornan al ruedo: de lado de la tradición radical Margarita Stolbizer y de la peronista Florencio Randazzo. De concretarse espacios por fuera del amplio Frente de Todos que, todo indica, de piso llegará en las mismas condiciones que en 2019 y de Juntos por el Cambio que a la postre y sin duda se llevará la mayoría de los votos opositores (antiperonistas o antikirchneristas). Se trata en definitiva de opciones terceristas que no sirven para ganar, pero tratan de hacer perder. Más condicionantes que determinantes.
Vamos rumbo a unas elecciones con mucho de incertidumbre dada la situación especial, determinada por la pandemia COVID que se sumó a una economía real destrozada por el macrismo. El destino de estas apuestas en la provincia de Buenos Aires será un elemento más a tener en cuenta antes de los cierre de frentes y listas.