Entrevistado durante una hora y media por el periodista Diego Genoud, el exministro de Economía, Martín Guzmán reivindico su gestión, pero no pudo explicar cual fue el objetivo de usar el superávit de 35 mil millones de dólares que la Argentina tuvo en 2021 para entragarle dólares baratos a los grupos concentrados de la economia.

Señalando de forma indirecta por elevación y luego mas concretamente a Cristina Fernández de Kirchner, “la vicepresidenta y su espacio” Guzmán señaló que el principal problema actual es la construcción de poder político en Argentina que impactó negativamente sobre gestión, a la que «se dedicó exclusivamente» dejando de lado cuestiones relacionadas con «la construccion de poder politico» según dijo.

Es que, ligeramente autoreferencial como lo viene haciendo desde que renuncio con un texto difundido por redes sociales, Guzmán hizo varias menciones a su incomodidad frente a los debates públicos e internos del Frente de Todxs, ubicándose como un «outsider», sin experiencia política pero que tenía un “compromiso absoluto” con su tarea desde lo técnico. En esos debates, señaló a Cristina como principal excusa a la que acusó de hacer “apología de la ignorancia” por sus criticas respecto del programa del FMI.

Se lamentó de la imposibilidad de poner «medio millón de personas en la calle» para enfrentar al Fondo, tras el retorno del organismo durante el gobierno de Mauricio Macri.

“No me di tiempo de construir confianzas” y las “relaciones interpersonales” necesarias sintetizó sin disimular su angustia sobre su paso al frente del Ministerio de Economía desde el inicio del gobierno de Alberto Fernández hasta su salida en julio de 2022. El exministro marco como una posible falancia el hecho de no quedarse «hasta las tres de la mañana comiendo asados”.        

Consultado por el destino de ese superávit excepcional, que en buena medida (23 mil millones aproximadamente) fue usado vía Banco Central como  subsidio para cancelar la deuda de las 100 empresas más grandes del país: bancos, energéticas, alimenticias, empresas ligadas a los grandes grupos mediáticos del país con Clarín y La Nación a la cabeza.

Guzmán afirmó que “se discutió mucho”. Y aseguro que si bien le hubiera gustado que ese superávit de excepción no se destinó a aumentar las reservas ni a mejorar la capacidad de compra de los salarios y no hizo referencia a lo que Cristina catalogó como «festival de importaciones» (es decir, especulativas) que tuvo lugar en su gestión.

No fue concreto en argumentar el objetivo final de esa decisión de brindarle dólares baratos a las firmas más importantes y absolutamente determinantes en la estructura de precios de Argentina. Prefirió asegurar que “la economía productiva durante nuestros gobiernos funcionó, mejoró el tejido productivo en general, incluyendo la parte referida a las exportaciones” y es cierto que “eso no se tradujo en un aumento virtuoso de reservas”.

No son pocas las voces que aseguran que cuando Guzmán abandonó el gobierno a mediados del año pasado, el país entraba en un escenario de pequeñas corridas bancarias sin espalda para evitarlas. Al ministro se le reprocha haber ocultado algunas de las condiciones del programa que firmó con el FMI, y condiciones inflacionarias que ese programa genera. Guzmán niega ambas cuestiones y atribuye esto último a la “falta de credibilidad política”.

El exministro explicó que a su salida el desafío seguía siendo la “recuperación del salario real” pero que se iba a dar. Guzmán se define como “peronista” y que augura una “evolución” de ese espacio político a futuro.   

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